top of page

A LOS MAESTROS DOLOROSOS QUE ME CAMBIARON LA VIDA

  • Foto del escritor: Úrsula0208
    Úrsula0208
  • 11 may 2020
  • 6 Min. de lectura

Actualizado: 12 may 2020

Esa frase “Después de la tormenta llega la calma” es totalmente cierta, como también lo es el hecho de que esas tormentas vienen a sacudirte la vida para llevarse todo aquello que no te sirve o no necesitas; vienen a despojarte de orgullos, falsas creencias (incluso sobre ti mismo), falencias y errores de tu pasado. Y lo hacen solo con el propósito de renovarte a ti, a tu vida, a tu corazón y a tu mente. Tristemente, solo lograrán ese propósito si tú se lo permites y abres tu perspectiva para entenderlo. Es un proceso fuerte y doloroso pero valdrá la pena, solo si tú quieres.

Durante las tormentas que han sacudido mi vida estos últimos cinco años, sufrí, lloré, renegué a Dios miles de veces por mi suerte; consideraba que todo eso era injusto conmigo y no entendía por qué Él permitía que todo eso sucediera y pusiera mi mundo de cabeza de forma tan dura y cruel; me consideraba imperfecta como todos pero no tan mala para merecer todo ese dolor. Fueron días, noches, semanas, meses y años de revolcarme entre el dolor y la amargura, tratando de sacar la cabeza de ese fondo oscuro pero me volvía a hundir y no entendía qué pasaba.

Al pensar en eso recuerdo cuando hace muchos años, en mi adolescencia, casi me ahogo en un río al caer a una cascada y la fuerza del agua no me dejaba salir. La sensación de angustia, el ahogo, la falta de respiración, el no encontrar la salida, el buscar ayuda y no hallarla…todo eso era exactamente igual a lo que sentía en medio de todo lo que pasaba en mi vida en esos años. Pero así como en ese momento encontré la salida gracias a un ángel que me sacó del fondo del río, de mi propia tormenta también salí.

Para hacerlo tuve que tocar fondo (igual que en ese río), tuve que pedir ayuda y aceptarla, tuve que luchar contra la corriente y la fuerza de los acontecimientos, tuve que encontrar la calma suficiente para entender lo que pasaba, y por encima de todo, tuve que buscar y encontrar a Dios en medio de la angustia, pedirle perdón y confiar en sus designios y razones. Tuve que entender que no me estaba castigando por mis errores y pecados, solo me estaba edificando y fortaleciendo. Entender en medio de la oscuridad que siempre me estuvo sosteniendo, que nunca me soltó y que mi Santa Madre María me sostuvo siempre de su mano.

Encontré entre muchas personas que buscaban verme caer y no salir nunca más del fondo, muchos pero muchísimos ángeles que igual a ese hombre que me sacó del río, me dieron la mano, me ofrecieron su corazón, sus conocimientos, sus aptitudes y dones, su amor y su amistad para lograr que hoy mi corazón esté sanando y mi vida esté nuevamente, encontrando la calma que tanto anhelaba.

Los más importante después de ponerme en manos de Dios, de la Virgen María, de mis ángeles (espirituales y terrenales) y arcángeles, ha sido liberarme del resentimiento y del odio; soltar las cadenas de la amargura que me ataban al problema y no me dejaban encontrar la solución. ¿Cómo lo hice? Aplicando algo básico que en cada cosa vivida, cada conversación con mis ángeles y con Dios, me hacían ver pero yo no aceptaba y me negaba a hacer y eso fue PERDONAR. Si, tenía que perdonar para que todo eso se fuera, para liberarme, para quitarme ese peso que oprimía mi pecho.

Tuve que empezar por perdonarme a mí, ¿por qué?, por haberme fallado a mí misma tantas veces al no darme el valor que tenía como mujer; por haberle fallado a otros de forma injusta; por haber sido arrogante y haber renegado de Dios y alejarme de su lado creyéndome yo toda-poderosa; por haberme permitido hundirme en el lodo y tocar fondo; por simplemente ser tan pecadora como todos en este mundo. En ese momento, empezó a aclararse todo ante mis ojos.

Enseguida, tuve que pedir y aceptar el perdón de Dios por todo lo anterior; comprendí que ese perdón lo tenía ganado desde el mismo momento en que entendí que todo esto tenía que vivirlo y era necesario; que no era un castigo divino porque Dios no es Dios castigador, es Dios de perdón y salvación.

La parte más difícil de todo este proceso fue perdonar a esos maestros dolorosos que me hicieron daño, que me causaron tanto dolor y angustia, tanto miedo y desesperanza. Los odié, de veras que si los odié. Permití que dominaran mi vida de muchas formas y por mucho tiempo, más del que debió ser, más del que merecían; les di demasiado de mí y me agotaron el alma; les regalé toda mi energía por tanto tiempo que casi me pierdo yo. Pero entendí que eso no debía seguir siendo así, que yo no merecía perderme en el dolor ni ellos merecían llevarse lo mejor de mí; que para recuperar mi esencia, mi energía y mi vida, tenía que soltarlos y dejarlos ir porque era yo con mi odio hacia ellos, mi resentimientos y mi rencor quien les daba poder sobre mí, quien los alimentaba y los mantenía pegados a mi chupando mi energía como vampiros (vampiros energéticos). Por eso, la única forma era que YO misma los liberara y los soltara perdonándolos.

Me costó demasiado lograrlo porque me concentraba en los daños causados, en el dolor que me hicieron sentir, en las consecuencias que su actos generaron en mí, en su maldad hacia mí y mi familia; porque si hoy tengo algo claro, es que la maldad del ser humano existe, que hay personas que no tienen límites y cuyos actos son realmente insospechados e increíbles. Pero también tengo claro que cada cual tendrá que lidiar con sus faltas y pecados, con los daños que causa, con el dolor que genera en otros y con las consecuencias de sus propios actos; que tarde o temprano, ese será su karma y les llegara el momento de verse cara a cara con Dios y a Él no le podrán negar absolutamente nada. Así que decidí dejar a esos maestros dolorosos en manos de Dios; se los entregué en oración y le pedí que se los llevara lejos de mí. Y como Dios no falla nunca, así lo hizo.

Hoy te perdono maestra(o) dolorosa(o) por todo; te libero de mi odio, de mi rabia y de mi resentimiento; lo hago por mí, por mi sanación, por amor propio, por amor a mi vida y mi familia. Te libero totalmente y me comprometo firmemente a no volver a juzgar tus actos ni tu vida porque esa es tu responsabilidad, no la mía; a no cuestionarte nuevamente y simplemente, tenerte en mis oraciones para que cuando llegue tu momento frente a Dios, seas fuerte y obtengas el perdón necesitado; también rezaré por ti, para que encuentres la felicidad y lo que sea que le haga falta a tu vida, dejes de dañar a los demás y tengas paz de conciencia y corazón.

Y aunque suene raro, quiero darte las gracias. Si las gracias (no me enloquecí). Gracias por todo lo que me permitiste aprender a través de ti; gracias por haberte cruzado en mi camino y convertirte en enseñanza de vida; gracias por haberme retado y llevado al límite de mi valor y de mis fuerzas; gracias por haber sacado lo peor y lo mejor de mí para quedarme ahora, con lo sublime y lo real que me rodea; gracias porque viniste a cumplir con una tarea en mi vida y la ejecutaste a cabalidad.

Pero hoy, maestra(o) dolorosa(o), te debes ir de mi vida; te libero del papel que yo misma te di y de la tarea que te asigné. Hoy te libero y me libero; te perdono y te agradezco.

Hoy se, como me dijo uno de esos ángeles que se cruzaron en mi camino de sanación, que lo peor que me pudo haber pasado en la vida fue a la larga, lo mejor que me pudo haber pasado en la vida. Porque cambié, renací, florecí y resurgí de las cenizas como el Fénix; porque aprendí a amarme más que a nadie y antes que a nadie más; porque hoy me amo, me perdono, me acepto y me valoro como la mujer que soy, más que antes y más que nadie; porque hoy conozco y reconozco mi fuerza interior; porque hoy se de lo que soy capaz y es inmenso; porque hoy se realmente con quién cuento y con quién no; porque hoy sé que aunque como humano tengo debilidades, soy una mujer fuerte, valiente y poderosa; porque hoy reconozco la humanidad, la fortaleza y la debilidad que residen en mí y en los demás; porque hoy no hay rabia, ni odio, ni resentimiento en mi corazón, solo hay paz, amor, mucha fe en Dios y en mí, y mucha pero mucha esperanza en el futuro y en lo que viene para mí y para mi familia; porque el pasado pisado está y porque mi futuro se escribirá con una nueva tinta a partir de hoy.



Entradas recientes

Ver todo
CAMBIÉ

Y cambié, si que cambié. Cambié el rogar amor por darme amor a mi misma. Cambié el pedir que me amen por brindarme amor de miles de...

 
 
 
ME DEJÉ MORIR

Me dejé morir hace unos años. Dejé morir a la mujer que fui y me reinventé en la que soy hoy. Le di un nuevo significado a mi vida. No me...

 
 
 
LOCA

Algo loca, si. Traviesa, pícara, lujuriosa y perversa…bueno, solo con aquel que enciende mi llama y se atreve a arder en ella. De otra...

 
 
 

Comments


©2020 por Úrsula. Creada con Wix.com

bottom of page